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El regreso del bribón

Juan Carlos I huyó a Abu Dabhi cuando pesaban sobre él investigaciones judiciales abiertas, con acusaciones por delitos fiscales y blanqueo de capitales.

Además de negarse a declarar amparándose en su inviolabilidad, la Casa Real y el Gobierno prepararon esa salida con la excusa de “no deteriorar la imagen de la familia Real”. Más tarde la fiscalía da carpetazo a los procesos abiertos, ya sea por “haber prescrito”, “no encontrar pruebas vinculantes” o porque “le protege la inviolabilidad”, en fin, ninguna novedad.

Su corta vuelta hace unos días para ver a su familia y participar en las regatas ha provocado una calurosa bienvenida de la derecha y ultraderecha, mientras que la izquierda ha preferido pasar de puntillas. En ambos casos han reflejado que el emérito es muy libre de seguir haciendo la que le dé la gana sin que nada ni nadie se lo impida.

A su llegada a Galicia también ha sido abordado por periodistas que le han lanzado la pregunta de si creía que debía dar explicaciones de los escándalos por corrupción, respondiendo Juan Carlos “¿Explicaciones de qué?”.

Nuestro “emérito” está ligado a la gran burguesía y a los negocios capitalistas desde siempre, es uno de ellos. Y donde se utiliza el poder y el dinero de forma habitual para alcanzar beneficios, y de paso pasar por encima o por debajo de las leyes. Mantiene lazos con empresarios y jefes de estado que se han consolidado a base de favores, dinero y corrupción, que son la moneda corriente bajo el capitalismo. Representa a esa clase parasitaria que vive a costa de la riqueza social del trabajo.

Abolir la monarquía, resto reaccionario del feudalismo, o cambiar cada poco de presidente tan solo sirve para sostener el sistema capitalista actual, cuando lo necesario es abolirlo. El poder económico debe pasar a manos de la clase trabajadora mediante una verdadera revolución social, para que funcione democráticamente con arreglo a las necesidades sociales.