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El premio Nobel de la paz a la Unión europea, una hipocresía

     No, la concesión del Premio Nobel de la Paz a la Unión Europea no es una broma.
¿Hace falta premiar que desde hace 60 años las principales potencias europeas no se están matando entre ellas, como lo hicieron en dos ocasiones durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial? Pretender que la Unión Europea ha asegurado la paz en el continente durante 60 años es tener la memoria muy corta. ¡Han olvidado la guerra que asoló los Balcanes hace 15 años! ¡También las masacres de Serbenica!

     Y han olvidado, sobretodo, las sucias guerras llevadas a cabo por estas mismas potencias europeas, pero fuera de Europa, para preservar sus dominios, caso de Algeria, Vietnam o en Oriente Medio.  Claro que la guerra no ha tenido lugar en suelo europeo, pero soldados franceses, británicos y españoles bombardeaban y mataban en Afganistán. Presentar a la Unión Europea como factor de paz, cooperación y solidaridad es una comedia negra.

     E igual de siniestro, en lo que respecta a la Unión Europea, es la amenaza de entrar en erupción. La crisis y los ataques especulativos contra los países de la zona euro oponen a  estos paises entre sí, aumentan las desigualdades, refuerzan la autoridad de los dos imperialismos dominantes, Francia y Alemania, repecto a los otros, con todo lo que ello conlleva.

     Este Nobel de la Paz a Europa está tan desconectado de la realidad que olvida la violencia que supone el hecho de que millones de trabajadores pierden sus empleos, sus ahorros, sus bienes y que toda su forma de vida esté en peligro. Millones de trabajadores se preguntan cómo vivir con un salario menos en la familia. Cómo sobrevivir con ingresos recortados hasta un tercio, incluso hasta la mitad, como en Grecia. Cómo sobrevivir con una pensión de jubilación menor a la renta que te piden por una vivienda. ¡Cómo, incluso, comer!

     Según datos publicados en prensa en estos últimos días, medio millón de familias en España van a perder su vivienda en breve.

     La crisis ha agravado la guerra social aumentando la explotación y la codicia de los empresarios, y ninguna región en el mundo constituye una excepción.

     Aquí en España el número de parados demuestra esta agravación llevada a cabo contra los trabajadores y la población en general. Es vox populis que los derechos laborales en España están retrocediendo por décadas, a un ritmo endiablado.

     En cambio, en esta guerra social, de momento son las rentas empresariales las que están ganando la  batalla. Mientras los salarios pierden peso en la tarta de la riqueza nacional, hay quien se come dos porciones de esa tarta.  Los últimos datos de la Contabilidad Nacional Trimestral, correspondientes al periodo abril-junio pasados, muestran una caída del conjunto de las retribuciones de los asalariados, casi un 4% de caída,  mientras que el excedente bruto de explotación (el beneficio empresarial, fundamentalmente) mantiene un crecimiento apreciable; tan apreciable que supone una tasa casi 3 veces superior a la del salario medio. Y estos son datos oficiales; luego la realidad es otra aún mas cruda.

     ¿Acaso no es esto otra forma de violencia? En tanto que el poder económico pertenezca al gran capital y el poder político recaiga sobre  políticos a su servicio, los trabajadores, la sociedad en general, solo tendrán derecho a las migajas de la tarta, a los discursos insípidos de los jefes de Estado y a la hipocresía, como ha demostrado este premio Nobel a la paz.