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El poder para impulsar la economía se encuentra en la clase trabajadora

Estamos presenciando una crisis política en este país, como no se había visto en décadas, resultado de la ocupación del edificio del Capitolio por unos cientos de derechistas mientras miles de partidarios de Trump miraban.

Aunque el verdadero Estado, esos millones de administradores y las fuerzas armadas que mandan, nunca estuvo en peligro, los medios de comunicación junto con los políticos del gobierno han proyectado impotencia y pánico y han pedido a miles de fuerzas armadas que protejan la investidura presencial. Pero después de esa presión, ¿qué pasará?

El crecimiento de la derecha en este país es un problema serio. Pero la doble crisis que determina nuestro futuro es la pandemia y la crisis económica en curso, que destruye la infraestructura económica.

La defensa prometida contra la COVID-19 no ha llegado. Con millones de vacunas disponibles en los EE.UU., sólo un pequeño porcentaje de la población ha recibido una inyección. La escasez ya está impidiendo el proceso; la segunda inyección, necesaria para aumentar la inmunidad, puede que no se llegue a entregar, lo que disminuye significativamente la eficacia de la vacuna. Las administraciones ya advierten que la población principal no recibirá las vacunas hasta el otoño.

Pfizer, el gigante farmacéutico que produce una de las dos vacunas desarrolladas y pagadas con dólares de los impuestos de los Estados Unidos, ha propuesto reducir la producción de vacunas cuando el número de muertes nacionales ¡sube a cuatro mil por día! Las nuevas infecciones han llegado a niveles récord, y la economía se ha ralentizado hasta ir a paso de tortuga. Solo en la última semana, un millón más de trabajadores han perdido sus empleos.

¿Quién puede impedir que las compañías farmacéuticas tomen decisiones que van en contra de los intereses públicos? ¿Quién puede hacer que abran sus manos y sus cuentas bancarias?

Desde luego no aquellos que participan en el multimillonario evento de investidura en el Capitolio.

¡Las tropas que se están movilizando en todo el país para este evento podrían estar repartiendo vacunas o construyendo hospitales!

¿No es eso más importante que el evento al que han planeado asistir? ¿No es evidente que este sistema no tiene soluciones reales que ofrecer? ¿No está claro que nos van a decir que tengamos paciencia y que esperemos un poco más?

El nuevo gobierno de Biden presentará planes para hacer frente a la pandemia y al desastre económico que se está agravando. Pero no tiene autoridad para ofrecer los miles de millones necesarios para lograr una solución rápida. ¡Wall Street le dice lo que tiene que hacer! El puñado de familias ricas y poderosas que controlan todas las corporaciones y bancos y constituyen la clase dominante de los Estados Unidos también controla el gobierno.

Y el único poder que puede forzarlos a destinar el dinero necesario para arrancar la economía de nuevo, mientras luchan contra el virus, es la clase trabajadora. En cada vecindario, en cada pueblo, en cada ciudad, los trabajadores están ahí para trabajar, para producir vacunas, para distribuirlas, para reforzar los sistemas hospitalarios que fallan, para alimentar a los hambrientos y para construir viviendas para la población. Pregunte a la gente de su entorno si estaría dispuesta a movilizarse. La mayoría diría «¡Sí!»

Hemos visto los inicios de la organización en los hospitales, donde los médicos, enfermeros, ayudantes y asistentes piden protección contra el virus. Vimos el poder de parar nuestro trabajo cuando la gente se alejó del trabajo para protegerse contra el virus. Cerramos plantas e industrias enteras.

En cada lugar de trabajo se pueden establecer vínculos con los barrios y lugares de trabajo vecinos, para tomar decisiones reales sobre problemas reales como la producción y distribución de vacunas. Trabajar junto a ingenieros y equipos de investigación científica para asegurarnos de que es seguro. Para defendernos no sólo contra el virus, sino también contra aquellos que intentan impedirnos hacer lo que tenemos que hacer.

¿Difícil? No es más difícil que lo que estamos soportando bajo esta pandemia y el colapso de la economía. A través de la organización, la gente puede volver a encontrar su voz y superar las divisiones que se han creado entre nosotros.

Vemos a la población unirse durante desastres como inundaciones, incendios y terremotos. A nadie le importa el color de la piel o el origen étnico de la persona que los sube a un vehículo de emergencias.

Podemos hacer este cambio de dirección cuando apartemos los ojos del espectáculo de la política nacional y nos centremos en nuestras posibilidades reales.

Traducido de the-sparks.net