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El arte de lo posible y el oportunismo de Pablo Iglesias y Podemos

La dimisión de Pablo Iglesias, con corte de coleta incluido a lo torero, ha simbolizado una vez más el esperpento del “sentido trágico de la vida española” y, como en un drama de Valle-Inclán, hemos visto a través de Podemos los espejos deformantes de la vida política de la izquierda española. El auge y caída de Podemos no ha sido más que una deformación grotesca de la crisis de la izquierda reformista y oportunista incapaz de coger el toro por los cuernos y responder a los verdaderos retos de la crisis económica capitalista en la clase obrera. Y lo más trágico: ha llevado las ilusiones por el cambio político y social a la decepción de millones de personas. La escasa conciencia de clase existente tendrá que remontar ante los ataques del capital. Esta nueva decepción, una más desde la Transición, enseña el callejón sin salida del electoralismo y parlamentarismo para resolver los problemas de la sociedad en crisis y la necesidad imperiosa de que la clase trabajadora tenga su expresión política en un partido obrero. ¿Cuántas serán las generaciones necesarias para volver a poder tener la expresión real de los intereses del mundo del trabajo en un verdadero `partido obrero?

CONTEXTO Y CREACIÓN DE PODEMOS

Para situarnos años después de la creación de Podemos hay que recordar las asambleas en las plazas del 15M, las huelgas y movilizaciones obreras, tres años después de la crisis financiera que había dejado la sociedad quebrada y a las clases populares empobrecidas. Un periodo de conflicto y movilizaciones. Éstas abren la puerta a la crítica política y social al sistema capitalista y sobre todo desde las plazas, a la crítica del régimen de la monarquía parlamentaria y sus políticos. Las movilizaciones de masas que abrió el 15M fueron de tal calibre, que supuso necesariamente una respuesta política que representara la rabia e indignación popular expresada en las distintas luchas. Podemos es esta respuesta política a la situación de crisis y encauza y frena hacia el parlamentarismo, todo este conflicto social.

La “nueva” representación de esta indignación parte de un grupo de intelectuales que comienzan a organizar la salida política a esta situación. En enero de 2014, dos años y ocho meses de la primera gran manifestación del 15M, se presenta un manifiesto “Mover Ficha” que prepara las elecciones europeas en mayo de ese año. El diario “Público” presentaba el hecho así: “Un grupo de intelectuales, junto a personas reconocidas del mundo de la cultura, el periodismo y el activismo social y político, han lanzado el manifiesto “Mover ficha: convertir la indignación en cambio político”, en el que enfatizan en la necesidad de una alternativa a la actual situación de crisis económica y política que vive España y la posibilidad que entraña la coyuntura actual. Su intención es hacer un llamamiento a «una candidatura por la recuperación de la soberanía popular» de cara a las próximas elecciones al Parlamento Europeo, que se celebrarían entre el 22 y el 25 de mayo de este año y que «se van a celebrar en un momento de profunda crisis de legitimidad de la UE”.

Estos intelectuales y los sectores que se le sumaron pretendían presentar la situación desde un nuevo marco ideológico abandonando el análisis de la sociedad de clases, la lucha de clases y el papel de la clase trabajadora como sujeto del cambio. En sus planteamientos, en sus programas realmente no había nada nuevo, sus ideas eran tan viejas como la socialdemocracia. El cambio consistía en presentarlas como vino nuevo y el medio de popularizar las ideas: internet, las redes sociales, la televisión y el vídeo. Pero los odres eran tan viejos que no han resistido más de 6 años de trayectoria política electoral.

Las medidas económicas contra la crisis se resolvían con reformas fiscales y tributos a los más ricos, la crisis bancaria con la creación de un banco público etc., medidas imposibles si no se ataca los cimientos de la sociedad capitalista, la propiedad privada de los medios de producción y con el apoyo y la lucha de la clase trabajadora y el mundo del trabajo. Porque el fondo del problema se sitúa en el poder político, el Estado y las bases económicas que los sustenta. Como ha demostrado los últimos años la bancarrota de esta política se ha llevado muchas ilusiones de las clases populares. Y lo peor ha sido que al dirigir todas las expectativas de las movilizaciones hacia el electoralismo y, sin ni siquiera denunciar las trampas de éste, promovieron, cuando no llevaron directamente, a la desmovilización de toda la energía de las luchas que hasta ese momento se habían dado.

El 17 de enero de 2014 se presenta la nueva política de Podemos en el Teatro del Barrio de Lavapiés de Madrid. Es la puesta de largo del manifiesto “Mover Ficha…” que habían redactado y publicitado antes. El objetivo es presentar una candidatura unitaria a las elecciones del Parlamento Europeo. En el mitin los organizadores de esta nueva candidatura presentan tres condiciones para presentarse a las elecciones: 50.000 firmas en la web www.podemos.info, que las listas y el programa político sea abierto a la participación de toda la ciudadanía y que se busque la unidad de todos aquellos que protestan contra la austeridad.

Pablo Iglesias se presenta como cabeza de lista porque “las personas del manifiesto y otras más que espero que estén conmigo pronto me han pedi do que dé un paso adelante”. El nombre del nuevo partido será Podemos dijo en la presentación Iglesias porque «dijeron en las plazas que sí se puede y nosotros decimos hoy que podemos”. Es así que el dirigente ahora dimitido expresa claramente como Podemos tiene el objetivo de representar políticamente al 15M. Y expresa que la “izquierda no es una religión, o es una herramienta para servir a la gente humilde, o no es nada”. Para ello la unidad debe hacerse con otro nuevo método que dé lugar a esta nueva política y refiriéndose a IU dice taxativamente: “queremos convencerles, desde el máximo respeto a su manera de funcionar, de que un sistema que permita la participación de los ciudadanos en la conformación de las listas electorales y en la elección del candidato es una buena forma de empoderar a la gente y que eso es lo que necesita el país: construir mayorías sociales con gente que no vota en los congresos, que no habla como los militantes, pero que son el pueblo que debe gobernar. Comprendo que sus tiempos y sus dinámicas pueden ser una dificultad, pero ojalá tomen en consideración nuestra propuesta. Lo que estamos proponiendo es básicamente un método y una voluntad: que las listas electorales de la alternativa al régimen y por la soberanía sean el resultado de la participación directa de la gente. Creo que buena parte de su militancia lo está deseando.

Conseguidas las tres condiciones se presentan a las elecciones europeas de octubre de 2014 obteniendo 1,2 millones de votos y 5 eurodiputados. Todo un éxito. Entonces se comienza a construir el tipo de partido acorde al líder. Un partido de masas con una centralización máxima donde los inscritos deciden votando telemáticamente en una especie de plebiscito con nuevas tecnologías. Por entonces Iglesias se presentaba en las entrevistas como un hombre sencillo que compraba la ropa en Alcampo y compartía piso en Estrasburgo.

Así llega Vista Alegre I en octubre de 2014, la multitudinaria “asamblea ciudadana” donde Iglesias impone la centralización para ser eficaces y más tarde prohíbe la “doble” militancia. Los Anticapitalistas tienen que disolverse formalmente para poder mantenerse en el nuevo partido.

Los inscritos, la ciudadanía, son quienes eligen telemáticamente las listas, los programas etc. El problema vendrá después pues este tipo de elecciones plebiscitarias serán organizadas por un comité de expertos controlado por los dirigentes. Es precisamente Iglesias el que representa esta política navegando en la ola de popularidad que las redes y las TV le han dado y que lo catapultan al liderazgo.

Por ahora lo formal, lo exterior, la elección aparece sobre el fondo, la realidad es que no se discute en profundidad, ni se debate. El “empoderamiento” ciudadano no es más que la formalidad de elegir “proyectos”. Si se querían eliminar los “cuadros” y los politiqueros clásicos de los partidos de esta manera lo que se consiguió es todo lo contrario puesto que el partido funcionó mientras que las elecciones les daba votos, para al final reproducir las mismas deformaciones burocráticas y peleas por el poder de los partidos tradicionales.

Con los documentos programáticos ocurre más de lo mismo no se pueden discutir realmente, enmendarlos o rechazarlos en parte, no hay lugar o foros para ello. O se rechaza o se acepta en bloque. La gente escoge después de leerlos. Se vota telemáticamente en bloque, sin proporcionalidad, los documentos se eligen por mayoría y ya está.

Después del éxito de las europeas, las elecciones municipales de 2015 hacen crecer las ilusiones en Podemos. El municipalismo se presenta como la forma de cambiar la sociedad desde la base social de los ayuntamientos. Se organizan candidaturas municipalistas en todo el país. El caramelo es dar e incentivar la participación activa de los ciudadanos y vecinos, por lo que las candidaturas deben ser más de “movimientos” que “partidos”.

Las elecciones del 24 de mayo dan otro espaldarazo a Podemos y sus confluencias. En Madrid, Barcelona, Valencia, Cádiz, Zaragoza, Santiago de Compostela y otras ciudades, las candidaturas “ciudadanas” integradas por Podemos y otras fuerzas de la izquierda llegaron al gobierno de los Ayuntamientos.

Los casos más importantes son Madrid con “Ahora Madrid”, encabezada por Manuela Carmena, y “Guanyem Barcelona”, por Ada Colau, y Cádiz una ciudad con un alcalde, Kichi, perteneciente a los anticapitalistas. Sin embargo, en la mayoría de los casos los resultados no fueron suficientes para formar gobiernos con mayoría absoluta. Para gobernar, las nuevas “candidaturas ciudadanas” debieron recurrir al apoyo del PSOE, que prestó sus votos de investidura a nivel municipal a cambio de obtener la presidencia en varias comunidades autónomas.

Sirvan como ejemplo de la adaptación al capitalismo y la incapacidad de cambiar la sociedad a través de las instituciones burguesas, las declaraciones de la nueva concejala de vivienda de Madrid a poco de asumir el cargo, planteando que “el Ayuntamiento no puede parar los desahucios”, y que “si hay un juez que te dice que hay que desalojar hay que desalojar, lo que vamos a hacer es paliar esas situaciones…”. La llamada Operación Chamartín en Madrid ha sido también otra muestra del reformismo de este municipalismo en este caso de Carmena. Esta operación urbanística participada en tres cuartas partes por el BBVA y en un 25% por la constructora Grupo San José sobre terrenos de Adif (RENFE) que vendería sus terrenos a 769 euros por metro cuadrado, la mitad del precio estimado de mercado. La alcaldía está dispuesta a sacarlo adelante en contra incluso de Izquierda Unida y Podemos que estimaban que el perjuicio para las arcas públicas es de, al menos 2.780 millones de euros. Para más inri se renovó las concesiones de servicios para Florentino Pérez.

LA CRESTA DE LA OLA Y EL REFORMISMO

 El punto culminante fueron las elecciones de 2015 con 69 diputados mientras que IU se quedaba con sólo 2. En las siguientes elecciones de 26J de 2016 Podemos se presenta junto a IU y pierde un millón de votos, sin conseguir superar al PSOE: el famoso “sorpasso”. En 2015 después de los 69 diputados Pablo Iglesias marca claramente la estrategia reformista: “… Para cambiar este país no basta con que a la izquierda le encante nuestro programa. (…) Hace falta una mayoría social que se identifique con tu discurso y con tus propuestas, y en esa mayoría social habrá muchos sectores que digan: lo de la izquierda no forma parte de mi identificación. Y eso es una cosa que de alguna manera hemos demostrado en este año. Hemos demostrado que con propuestas con las que la izquierda se sentía muy a gusto, pero con un discurso distinto y con unas formas distintas, se podía ganar, se podía desafiar al poder. Y eso implica hacer las cosas al contrario de como las hacía la izquierda.” Y marcaba ya las diferencias con la izquierda de esta manera: “El típico izquierdista tristón, aburrido, amargado…, la lucidez del pesimismo. No se puede cambiar nada, aquí la gente es imbécil y va a votar a Ciudadanos, pero yo prefiero estar con mi cinco por ciento, mi bandera roja y mi no sé qué. Me parece súper respetable, pero a mí dejadme en paz. Nosotros no queremos hacer eso. Queremos ganar. Preocúpate de otra cosa. Me parecen respetables los que se conforman con el 5 por ciento, pero que nos dejen en paz. Siguen viviendo en el pesimismo existencial”.

Esta estrategia ha sido el típico posibilismo y oportunismo del reformismo tradicional de la socialdemocracia. Abandonar los objetivos de cambiar la sociedad de raíz para obtener una mayoría social de votantes de las clases medias. Sólo que en el caso de Podemos ya el socialismo no es siquiera la meta del discurso. Había que ganar a costa de lo que sea. Al final esta postura y estrategia condujo a la catástrofe.

Y para más inri se cebaba con los militantes de IU: “No quiero que cenizos políticos, que en 25 años han sido incapaces de hacer nada, no quiero que dirigentes políticos de Izquierda Unida, y yo trabajé para ellos, que son incapaces de leer la situación política del país, se acerquen a nosotros. Seguid en vuestra organización. Presentaos a las elecciones, pero dejadnos en paz. Habéis sido incapaces en muchísimos años de entender lo que estaba pasando, de hacer una lectura coherente. Quedaos en vuestro sitio. Podéis cantar la Internacional, tener vuestras estrellas rojas… yo no me voy a meter con eso. Es más. Hasta puede que vaya, porque a mí eso también me emociona y me gusta, pero no quiero hacer política con eso. Dejadnos vivir a los demás

Sin embargo, la realidad es tozuda, una vez más se ha demostrado que la “lucidez” del posibilismo solo ha llevado a la derrota y lo que  es peor a la desilusión de generaciones que han visto decepcionadas sus expectativas.

En la conferencia de Pablo Iglesias en 2016 en los cursos de verano de la UCM en El Escorial Iglesias da su opinión ante el freno electoral y lo explica ya quitándose la careta: «nosotros aprendimos en Madrid y Valencia que las cosas se cambian desde las instituciones, esa idiotez que decíamos cuando éramos de extrema izquierda de que las cosas se cambian en la calle y no en las instituciones es mentira». El camino siguiente sería entrar en el gobierno. El oportunismo se caminaba a pasos forzados, Pablo Iglesias y los suyos habían dejado de ser “idiotas” para ser los “listos” en el gobierno. Y como la esencia de todo era “ganar” a costa de todo, había que entrar en el gobierno fuera como fuera.

EL “NUEVO” PARTIDO

Podemos nació como expresión política de la indignación del 15M y bajo la popularidad mediática de Pablo Iglesias que acumuló progresivamente centralizando el poder. Decían que iban a crear un partido donde la “nueva política” “empoderara” a la gente. Al final han reproducido el mismo tipo de partido electoralista propio de la socialdemocracia. Partidos donde los afiliados eligen “democráticamente” y formalmente a sus líderes y proyectos pero que en realidad son los cargos institucionales y los liberados aquellos que controlan porque tienen las herramientas de control. No existe la homogeneidad en las ideas entre los miembros del partido porque son los “intelectuales” con formación más o menos teórica los que presentan las estrategias y el resto con una formación deficiente o desigual, elige dependiendo del pico de oro de turno o la popularidad dada en los medios. El partido tiene unas bases programáticas basadas en los intereses de las clases medias, en la pequeña burguesía. En la política entendida como “electoralismo” es el cargo electo y la burocracia de asesores de su alrededor quienes marcan la línea política. Y son sus intereses individuales y grupales los que marcan al final sus objetivos. No tiene nada que ver con los partidos obreros enraizados en la clase obrera compuestos por militantes formados teóricamente luchando por unos objetivos de clase y agrupados en torno a las empresas y centros de trabajo y barrios populares. Precisamente la degeneración de la socialdemocracia previa a la hecatombe de la Gran Guerra y su oportunismo reside en el divorcio entre la militancia de la clase trabajadora y los cargos electos y toda la burocracia alrededor de ellos. Se cuentan alrededor de 10.000 cargos, institucionales, asesores y demás de Podemos.

Al tener el objetivo de entrar en los gobiernos y obtener la mayoría en los parlamentos se convierten progresivamente en políticos al servicio de la burguesía.

Una vez más, como históricamente se ha demostrado, sólo los cambios revolucionarios realizados en la sociedad por las clases explotadas han podido cambiar la realidad social y política pues el Estado no es más que una maquinaria para mantener el poder las clases dominantes. De la burguesa revolución Francesa a la obrera de Rusia en 1917, la entrada de las masas oprimidas en la política y la destrucción del aparato de poder dominantes, son los acontecimientos que han permitido cambios políticos profundos en la sociedad. Muy al contrario, Podemos ha sido sólo un remedo de la más pura socialdemocracia reformista. Pablo Iglesias escribía en “El País” en 2015 que “Los cambios políticos profundos (que implican siempre ganar el poder institucional) sólo son posibles en momentos excepcionales como el que atravesamos, pero requieren de estrategias precisas.” En julio de ese mismo año escribía como objetivo “un proceso constituyente que no se negocie en despachos, sino mediante un gran debate social, que haga que en la nueva Transición los protagonistas fundamentales no sean las élites políticas y económicas, sino los ciudadanos.” Como vemos cualquier parecido con la realidad es pura ficción. Entrar en el Estado burgués para reformarlo desde dentro ha sido y es una utopía en el peor sentido de la palabra: la imposibilidad de esa “justicia social”.

De estos polvos estos lodos. Las tres corrientes que en 2014 se presentaban en el Teatro del Barrio en Madrid fueron dejando el partido progresivamente, achuchados por la centralización de Iglesias y las disputas para mantener el partido unificado. Los Anticapitalistas de Teresa Rodríguez y Miguel Urbán tuvieron que dejar la doble militancia para mantenerse dentro de Podemos hasta finalmente terminar en Andalucía creando una corriente nacionalista propia en 2020. La otra corriente liderada por Errejón después de perder en Vista Alegre II en 2017, sale del partido y rompe con Podemos ante las elecciones madrileñas en 2019, tras aliarse con Manuela Carmena para encabezar la plataforma “Más Madrid”. Pero el rosario de abandonos y disputas empieza desde el propio ascenso electoral. En 2016 nueve miembros del Consejo Ciudadano de Madrid abandonaban sus cargos en protesta por la «deriva» del partido entonces dirigido por Luis Alegre que abandonó la militancia entre 2015 y 2016 para dedicarse a dar clases en la universidad. Otra decena de dimisiones tuvieron lugar en Cataluña en 2017 tras la presión de la dirección nacional pablista sobre Podem y la dimisión de Albano Dante Fachín. En multitud de ciudades las peleas y enfrentamientos eran continuos, como en Zaragoza con ocho dimisiones. Carolina Bescansa, fundadora de Podemos abandona la dirección de Podemos en 2017 previo a Vista Alegre II.

En enero de 2019 Errejón anunciaba en una carta signada con Manuela Carmena su voluntad de encabezar la plataforma “Más Madrid” para la Comunidad de Madrid. Días más tarde Ramón Espinar dirigente de Podemos en la comunidad de Madrid presenta la dimisión.

LAS BASES IDEOLÓGICAS DEL PABLISMO EN PODEMOS

 Podemos parte de la imposibilidad de una sociedad socialista en el sentido original del término dado por los revolucionarios en el movimiento obrero, es decir, una sociedad sin clases sociales donde el poder económico se encuentre en manos de la sociedad y gestionada por los y las trabajadoras asalariadas, es decir el proletariado. Para los intelectuales que dominan Podemos la derrota de la izquierda y de lo que llaman “socialismo real” es la constatación de este hecho. Pablo Iglesias escribía en “El País” el 28 de junio de 2015 “Escribió Perry Anderson que el único punto de partida concebible hoy para una izquierda realista es tomar conciencia de su derrota histórica

… En España el fracaso de la izquierda se constató tras la Transición “…el peso cultural de los medios de comunicación y la coyuntura internacional revelaban no ya la imposibilidad de la revolución y el socialismo, sino enormes límites a las posibilidades de éxito electoral de esa izquierda.” Y más adelante explicaba que “… la clave del momento excepcional que vivimos está en la politización de la frustración de expectativas de los sectores medios, ante su empobrecimiento progresivo. Si para algo sirvió el 15M fue para expresar esa frustración. El 15M señaló los ingredientes de una posibilidad impugnatoria caracterizada por el rechazo a las élites políticas y económicas dominantes, pero ese nuevo sentido común resultaba inaprensible bajo las categorías izquierda-derecha; algo que los jefes de la izquierda política no aceptaron.

Para decirlo con otras palabras: la clase trabajadora ha dejado su papel fundamental en la lucha, son las clases medias, la ciudadanía, el sujeto para mejorar la sociedad y para ello los referentes tradicionales de la izquierda revolucionaria ya no sirven. Y por ello hay que situarse políticamente en un frente que permita una mayoría ciudadana, para decirlo con sus palabras “no nos situaremos en terrenos que nos alejen de una mayoría popular que no es “de izquierdas” (como quizá nos gustaría) pero que quiere el cambio.” Esto no es más que intentar un imposible: ganar a sectores de la población sin la lucha y el referente de la clase trabajadora. La idea de ganar a masas sociales abandonando el programa de lucha socialista y obrero es tan viejo como el “andá p’adelante”. En el siglo XIX Marx y Engels ya lucharon contra este tipo de capitulación entre las tendencias pequeñoburguesas de la socialdemocracia en Alemania. Esta forma de adaptación a las corrientes derechistas y burguesas se le llamó oportunismo. En una circular a Bebel y otros miembros del partido socialdemócrata alemán de 1879 Marx y Engel criticaban a la corriente del partido que decía que no se hacía el esfuerzo de propaganda para conquistar a “las llamadas capas altas de la sociedad”. La idea reformista la explicaban Marx y Engels de esta manera: “En una palabra, la clase obrera no es capaz de lograr por sí misma su emancipación. Para ello necesita someterse a la dirección de burgueses «cultivados y poseedores», pues sólo ellos «tienen tiempo y posibilidades» de llegar a conocer lo que puede ser útil para los obreros. En segundo lugar, la burguesía no debe ser atacada en ningún caso, sino conquistada mediante una propaganda enérgica.” El oportunismo significaba aplazar sine die el programa de lucha de los trabajadores con vistas a ganar a las masas “que no son de izquierdas” en palabras de Iglesias. Además, Podemos y su programa no han necesitado abandonar ningún aroma revolucionario socialista puesto que lo han sido nunca, ya que había sido “derrotado” según Iglesias.

Parafraseando a Marx y Engels, cuando la lucha de clases se deja a un lado como algo fastidioso   y «grosero», la única base que queda es el «verdadero amor a la humanidad» y unas cuantas frases hueras sobre la «justicia».

Ese oportunismo de Podemos lo expresaba Pablo Iglesias en otro artículo de “El País” previo a las elecciones del 20 de diciembre de 2015, “Sin embargo, Podemos, como expresión de esos anhelos y del protagonismo ciudadano y de la sociedad civil, no bastaba para el cambio. Era necesario construir una fuerza política plurinacional con capacidad para aliarse en pie de igualdad con otras fuerzas políticas y otros sectores que representan la pluralidad consustancial a un país como el nuestro.

Y determinaba su programa político: (…) “En primer lugar: democracia real representativa, igualitaria y participativa. Hace falta reformar el sistema electoral y garantizar la posibilidad de que, en caso de incumplimiento flagrante del programa, el presidente del Gobierno se someta a la evaluación de los ciudadanos a mitad de mandato.

 En segundo lugar: justicia independiente. Hay que despolitizar el Tribunal Constitucional y garantizar de esa manera la participación ciudadana en la elección de los órganos de gobierno de los jueces.

 En tercer lugar: garantías constitucionales contra la corrupción. La Constitución debe prohibir las puertas giratorias entre los Consejos de Ministros y los consejos de administración de empresas estratégicas.

 En cuarto lugar: blindaje constitucional de los derechos sociales y medioambientales que deben tener el mismo reconocimiento que los derechos civiles y políticos.

 Y por último, reconocimiento de la plurinacionalidad de nuestro país y del derecho a decidir. El referéndum es una fórmula democrática adecuada para que las catalanas y catalanes decidan su encaje en España…

Con este programa se pretendía avanzar en un nuevo “Compromiso Histórico” que uniera a la “ciudadanía” para la transformación y soberanía de la “patria”. Finalmente, después de explicar los reveses electorales a “la gestión de nuestras crisis internas” escribía en 2019 previo a las elecciones: “¿Por qué la presencia de Unidas Podemos es imprescindible para que el Gobierno sea estable y de izquierdas?” Pues porque “… Su empuje (Unidas Podemos en el gobierno) será fundamental para que en España haya un Gobierno estable y de izquierdas, que es lo que desea una amplia mayoría de votantes progresistas. Ese electorado progresista, deseoso de un Gobierno que garantice la justicia social, debe saber que nuestro compromiso y nuestra coherencia, vengan las presiones que vengan, serán como una roca.” La realidad ha mostrado que ni siquiera este programa, esta estrategia, ha servido para una mínima justicia social. Ni siquiera la Reforma Laboral de Rajoy se ha derogado. En palabras de uno de los fundadores de Podemos, Manuel Monereo “los elementos que explica la «decadencia electoral», del partido de Iglesias es «la pérdida de vínculo con el conflicto social. Podemos y Unidas Podemos han ido separándose cada vez más del conflicto social, de las luchas sociales masivas y se ha convertido en un partido aparato”. Al servicio de los intereses de la burguesía añadiríamos nosotros.

EL PARTIDO OBRERO QUE NECESITAMOS

Podemos ha demostrado la imposibilidad de siquiera avanzar en el camino de mejoras para la población trabajadora y los más humildes. En medio de una crisis económica social catastrófica acrecentada por la pandemia, la burguesía va a intentar salir de la crisis golpeando a la clase trabajadora. Y cualquier gobierno salido del parlamento capitalista no podrá hacer nada, dígase de “izquierdas” o de “progreso” por una razón muy simple: para que funcione la sociedad capitalista es necesario explotar y precarizar a la clase trabajadora. Es la lucha de intereses contrapuestos, la lucha de clases. Y como ejemplo un botón: Para bajar el recibo de la electricidad se va a sacrificar el IVA, pero no los beneficios de las eléctricas.

Pablo Iglesias escribió en el periódico El País en 2015 que “El fracaso de Mitterrand y su programa común en Francia, así como del compromiso histórico con la Democracia Cristiana del PCI en Italia, señalaron los límites y los referentes que había tomado nuestro Partido Comunista.” Podemos y su trayectoria ha constatado, contrariamente a lo que decía en ese artículo, que el límite está en el reformismo del Partido Comunista, del Compromiso Histórico del PCI y de la Unión de la Izquierda de Miterrand. Esto es así porque el reformismo es la incapacidad de cambiar el mundo porque no quiere destruir el capitalismo, ni quiere la lucha obrera o la toma del poder por la clase trabajadora.

Nosotros, los revolucionarios, decimos que sin lucha obrera no hay solución y la trayectoria de Podemos lo ha demostrado. Rodríguez Zapatero expuso lo que ha significado Podemos al responder en una entrevista en “El País”: Fue “positivo que la “desafección” que se extendió tras la Gran Recesión “tuviese un cauce, a través de Podemos, para participar en el debate político”. Es decir que ha servido para desactivar la indignación popular y las luchas de la clase trabajadora hacia el callejón sin salida del parlamentarismo capitalista y su gobierno.

Y una vez más se constata que en los periodos de movilización y de luchas, la clase trabajadora cambia el cariz de éstas, pero sin una representación obrera que recoja una política y un programa de lucha obrero se difumina en el aire. Sin un partido de trabajadores con militantes en las empresas que luchen con un programa obrero será imposible cualquier cambio. Las “nuevas” políticas, el interclasismo ciudadano, los “nuevos” partidos con cargos, liberados y oportunistas en las instituciones no llevan más que a la decepción y a la derrota.

Hace más de un siglo Rosa Luxemburgo y el ala revolucionaria de la II Internacional llevaron una lucha a muerte contra el ala reformista y los oportunistas de la época que decían que se podían cambiar las cosas con mayorías parlamentarias. La historia ha demostrado que los revolucionarios tenían razón porque … “la base científica del socialismo descansa, como bien se sabe, en tres hechos principales del desarrollo del capitalismo. Primero, en la creciente anarquía de la economía capitalista, que la lleva inevitablemente a su ruina. Segundo, en la progresiva socialización del proceso de producción, que crea gérmenes del futuro orden social. Y, tercero en la creciente organización y conciencia de la clase proletaria, que constituye el factor activo de la futura revolución.” (R. Luxemburgo, Reforma y Revolución)

Y con ellos pensamos que es nuestro trabajo militante elevar la conciencia de clase de los y las trabajadoras creando grupos revolucionarios en el mundo del trabajo que permitan y ayuden a construir un partido obrero y revolucionario.

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