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Crisis bursátiles: nuevas convulsiones de la crisis capitalista

El día 24 de agosto ha sido un lunes negro para las Bolsas del mundo. Tras una nueva caída de la Bolsa de Shanghai, las de Shenzhen, de Tokyo, e incluso de los países europeos siguieron el mismo movimiento. Los economistas ya no dudan en hablar de crisis bursátil.

Desde el mes de junio, la Bolsa de Shanghai ha conocido una bajada de más de un 37 %. El gobierno chino no ha llegado a parar esta caída a pesar de varios intentos, entre ellos una inyección de 117.000 millones de dolares a favor de dos bancos chinos. «El pánico de los inversores es injustificado», titulaba un artículo en el periódico francés «Le Monde» del 24 de agosto, lo que no impide que los especuladores sigan huyendo con sus capitales, y el comportamiento gregario e irracional, siendo intrínsecos a la especulación financiera. De hecho la Bolsa de Shanghai había conocido una subida de un 150 %, hecho igualmente irracional, el año pasado, atrayendo capitales que ahora huyen – cuando no se han esfumado.

¿Qué empujó a los especuladores para vender sus capitales? Eso no se sabe hoy día. La ola de especulación y la afluencia de capitales hacia las Bolsas chinas respondía al crecimiento económico de este país. Ahora bien, su situación empeora desde varios meses. El gobierno chino intentó detener esa bajada devaluando su moneda, medida que supuestamente debería favorecer las exportaciones.

¿Supone esa disminución de las exportaciones chinas un empeoramiento general de la economía mundial, saltando de nuevo del estancamiento al retroceso ? Algunos comentaristas ven en la caída general del precio de las materias primas – petroleo, metales, carbón – una señal de ese principio de recesión. Pero las materias primas, como cualquiera mercancía y como todo lo que se puede intercambiar, son también objetos de especulación. Las variaciones de sus precios, que puede llegar a un 100 % en algunos meses, no refleja sino de manera muy deformada los cambios de la economía material. Sin embargo, por muy desconectada de la economía real que pueda parecer la especulación, no va por separada de ésta. La especulación es una de las formas de apropiación de las riquezas sociales por los capitalistas. Ahora bien, estas riquezas son obviamente el producto del trabajo humano concreto. Además, cuando los Estados rescatan a los especuladores en quiebra como en el 2008, lo pagan los pueblos, es decir primero la clase trabajadora.

La subida ininterrumpida de la parte de los capitales que se dedica a la especulación, a costa de la parte dedicada a las inversiones, es una característica de nuestra época. Los capitalistas no confían en su propia economía para generar bastante beneficios. Saben ellos que el mercado, o sea la capacidad de consumo solvente, no aumenta. Aún menos desde la crisis del 2008, pues la subida del paro y las medidas de austeridad que tomaron todos los gobiernos empobrecieron a las clases populares. Sin embargo los capitalistas siguieron acumulando los beneficios durante estos años de crisis, acaparando una parte cada vez mayor de las riquezas que se producen, explotando aún más a los trabajadores y empeorando su nivel de vida.

En 2013, los beneficios de las 500 mayores empresas del mundo alcanzaron 2.000 miles de millones de dolares. Aquellas fortunas, que se sacan con una verdadera guerra llevada por los capitalistas en contra del conjunto de los trabajadores y de las clases populares, van a alimentar la locura de la especulación financiera. Igual que los millares de milles de millones que los Estados regalaron a los bancos a raíz de la crisis de 2008, creando así burbujas especulativas y por lo tanto riesgos de crisis bursátiles por todas partes, en cualquier momento. Entonces, encontraron otra vez los Estados una forma de frenar esa carrera al abismo ? O será esta crisis bursátil la chispa que desencadenará una crisis «sistémica», como lo dicen los supuestos expertos ? Nadie lo sabe. Lo único cierto es que los miles de millones que pusieron los Estados para tratar de parar la caída de las Bolsas se van a coger en los bolsillos de los trabajadores, igual que los miles de millones anteriores que permitieron a los especuladores acumular sus fortunas. Y sobre todo es cierto que no hay otra salida a la locura financiera del capitalismo que de echar a bajo este sistema, cuyo parasitismo ya ha tenido demasiadas consecuencias nefastas y lleva la humanidad directamente al desastre, la regresión y la ruina.