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Centenario de la Revolución Rusa. Las cartas de Lenin sobre la insurrección

A mediados de septiembre los bolcheviques habían ganado una influencia considerable en los soviets. La idea de que el poder debía pasar a sus manos progresaba entre las masas que tomaban conciencia de que sus reivindicaciones vitales no podían ser satisfechas por el gobierno provisional. Este gobierno provisional había convocado una Conferencia Democrática que se reuniría a partir del 14 de septiembre para reconstituir un poder alejado de los soviets y de los bolcheviques. En este periodo Lenin, obligado a estar en la clandestinidad, envía dos cartas al Comité Central del partido defendiendo la idea de que la situación estaba madura para la insurrección y la toma del poder.

En la primera carta titulada “Los bolcheviques deben tomar el poder”, escrita entre el 12 y el 14 de septiembre, Lenin escribía: “Después de haber conquistado la mayoría en los sóviets de diputados obreros y soldados de ambas capitales, los bolcheviques pueden y deben tomar en sus manos el poder del Estado.”

Pueden, pues la mayoría activa de los elementos revolucionarios del pueblo de ambas capitales es suficiente para llevar tras de si a las masas, vencer la resistencia del enemigo, derrotarlo, conquistar el poder y sostenerse en él; pueden, pues al proponer en el acto la paz democrática, entregar en el acto la tierra a los campesinos y restablecer las instituciones y libertades democráticas, aplastadas y destrozadas por Kerensky, los bolcheviques formarán un gobierno que nadie podrá derrocar.

La Conferencia Democrática no representa a la mayoría del pueblo revolucionario, sino únicamente a las cuspides pequenoburguesas conciliadoras.” (…) “La Conferencia Democrática engaña a los campesinos, no dándoles ni la paz ni la tierra. El gobierno bolchevique es el único que satisfará a los campesinos.”

Lenin desarrolla esta idea en “El marxismo y la insurrección” que hizo llegar al Comité Central bolchevique el 15 del mismo mes: “Para poder triunfar, la insurrección debe apoyarse no en una conjuración, no en un partido, sino en la clase más avanzada. Esto en primer lugar. La insurrección debe apoyarse en el auge revolucionario del pueblo. Esto en segundo lugar. La insurrección debe apoyarse en aquel momento de viraje en la historia de la revolución ascensional en que la actividad de la vanguardia del pueblo sea mayor, en que mayores sean las vacilaciones en las filas de los enemigos y en las filas de los amigos débiles, a medias, indecisos, de la revolución. Esto en tercer lugar. Estas tres condiciones, previas al planteamiento del problema de la insurrección, son las que precisamente diferencian el marxismo del blanquismo.

Pero, si se dan estas condiciones, negarse a tratar la insurrección como un arte equivale a traicionar el marxismo y a traicionar la revolución.

Para demostrar que el momento actual es precisamente el momento en que el Partido está obligado a reconocer que la insurrección ha sido puesta al orden del día por la marcha objetiva de los acontecimientos y que la insurrección debe ser considerada como un arte, para demostrarlo, acaso sea lo mejor emplear el método comparativo y trazar un paralelo entre las jornadas del 3 y 4 de julio y las de septiembre.

El 3 y 4 de julio se podía, sin faltar a la verdad, plantear el problema así: lo justo era tomar el Poder, pues, de no hacerlo, los enemigos nos acusarán igualmente de insurrectos y nos tratarán como a tales. Pero de aquí no se podía hacer la conclusión de que hubiera sido conveniente tomar el Poder en aquel entonces, pues a la sazón no existían las condiciones objetivas necesarias para que la insurrecciónn pudiera triunfar.

1) No teníamos todavía con nosotros a la clase que es la vanguardia de la revolución.
No contábamos todavía con la mayoría de los obreros y soldados de las capitales. Hoy tenemos ya la mayoría en ambos Soviet. Es fruto, sólo de la historia de julio y agosto, de la experiencia de las “represalias” contra los bolcheviques y de la experiencia de la kornilovada.

2) No existía entonces un ascenso revolucionario de todo el pueblo. Hoy existe, después de la kornilovada. Así lo demuestra el estado de las provincias y la toma del Poder por los Soviet en muchos lugares.

3) Entonces, las vacilaciones no habían cobrado todavía proporciones de serio alcance político general en las filas de nuestros enemigos y en las de la pequeñaa burguesía indecisa. Hoy, esas vacilaciones son gigantescas: nuestro principal enemigo, el imperialismo de la Entente y el imperialismo mundial (ya que los “aliados” se encuentran a la cabeza de éste) empieza a vacilar entre la guerra hasta el triunfo final y una paz separada dirigida contra Rusia. Y nuestros demócratas pequeñoburgueses, que ya han perdido, evidentemente, la mayoría en el pueblo, vacilan también de un modo extraordinario, habiendo renunciado al bloque, es decir, a la coalición con los kadetes.

4) Por eso, en los días 3 y 4 de julio, la insurrecciónn habría sido un error: no habríamos podido mantenernos en el Poder ni física ni politicamente. (…)
Hoy, el panorama es completamente distinto.

Hoy, tenemos con nosotros a la mayoría de la clase que es la vanguardia de la revolución, la vanguardia del pueblo, la clase capaz de arrastrar detrás de sí a las masas.”