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Biodiversidad: víctima de los tiburones financieros

Del 29 de abril al 3 de mayo se celebró en París una conferencia internacional sobre la biodiversidad, al modo de la COP, las conferencias internacionales  sobre  el  clima. El  informe  final,  resultado del trabajo de miles de científicos, advierte de la continua extinción de cientos de miles de especies vivas,  la sexta extinción masiva desde la formación de la Tierra.

A diferencia de la última extinción, hace 65 millones de años, en la que desaparecieron los dinosaurios, pero también miles de otras especies, la extinción actual no se debe al impacto de un asteroide gigante o a un volcán terrestre exacerbado. Es  el  resultado  del  impacto   de las actividades humanas sobre el medio ambiente. La deforestación, lasobreexplotación de los recursos, la expansión urbana, el uso masivo de pesticidas, la contaminación de todo tipo y la proliferación de especies invasoras, domesticadas o promovidas por las actividades humanas, vienen debilitando los ecosistemas y hacen desaparecer las   especies. El calentamiento global resultante agrava estas amenazas. Entre 500.000 y 1 millón de especies animales o vegetales,  de un total de unos 8 millones de especies, podrían desaparecer a corto plazo. En veinticinco años, la abundancia de vertebrados salvajes ha disminuido en un 30%. Como los seres humanos son en sí mismos productos de la naturaleza, de la que obtienen todos sus medios de subsistencia, podrían verse amenazados.

Estos alarmantes hallazgos llevan a los  científicos a exigir a los gobiernos medidas urgentes, que existen y que podrían aplicarse. Esperan que esta conferencia conduzca a la toma de decisiones. Pero, al igual que con el calentamiento global, salvar la biodiversidad se enfrenta a un poderoso escollo: toda la vida económica y social está controlada por unos pocos grandes grupos capitalistas con fines de lucro. Shell, Total, Rio Tinto, Glencore, Nestlé o Colgate- Palmolive están listos para destruir bosques, contaminar ríos y aguas subterráneas para extraer petróleo o minerales, producir soja o aceite de palma al menor coste. Cuando ya no pueden contaminar en Europa, operan en África o Asia. Cuando el Estado chino prohíbe el reprocesado de plástico en su territorio, los capitalistas envían sus residuos a Tailandia o Malasia.

Una parte importante de la contaminación se debe al subdesarrollo. A falta de otras energías, millones de mujeres  en todo el mundo cortan leña para cocinar. ¿Cómo podemos garantizar áreas protegidas para rinocerontes o elefantes, cuando mujeres y hombres mueren de hambre o por una guerra cerca de ellos?

La responsabilidad de las actividades humanas en la destrucción de la vida hace que ciertas corrientes políticas digan que la población de la Tierra es demasiado grande, que debe dejar de criar animales para comer su carne y, en general, que debe reducir drásticamente su  consumo.  Si la cuestión del  impacto  de  los  patrones de producción y consumo es legítima, avenirse a una respuesta individual no resuelve nada y, sobre todo, permite eximir  al  sistema  económico, es decir, al capitalismo. ¿La población es demasiado grande? Pero  es  precisamente  cuando el  nivel  de  vida   de   todos   y  el acceso de las mujeres a la educación aumenta, cuándo la tasa    de    natalidad  disminuye.

¿Deberíamos entonces consumir menos? Pero, ¿qué significa esto en una sociedad en la que el 1% de la población tiene tanta riqueza como la mitad de la humanidad? Para  controlar  el impacto de las actividades humanas sobre  la  naturaleza, es necesario poder decidir colectivamente qué se produce y en qué condiciones. Esto significa expropiar  a  los  tiburones  de las finanzas, la industria o la industria agroalimentaria, que ahora  tienen  todo  el  poder.   Al  racionalizar  la  producción, al aplicar conscientemente el conocimiento acumulado,  por  sí  solo  dará  a  la   humanidad la oportunidad de detener la actual extinción, de reparar y reconstruir lo que las actividades humanas han destruido bajo el impulso de las ganancias.

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