El 8 de marzo no es “el día de la mujer” como hay días internacionales de la radio, de la lengua materna o del yoga. Es un día de lucha, y así lo quisieron quiénes en 1910 decidieron su creación: mujeres y hombres militantes de la II Internacional Socialista que sabían que nada se consigue sin luchar.
Estos militantes iban en contra de los prejuicios machistas de su época y reivindicaban para las mujeres el derecho a votar, a trabajar, a tener una vida independiente y los mismos derechos que los hombres, porque las mujeres son la mitad de la humanidad y del proletariado y su lucha es la de todos los trabajadores.
Hoy en día, en todas las partes del mundo, las mujeres son las primeras víctimas del capitalismo: más precarias y mal pagadas en los países desarrollados (en España, la brecha salarial ha vuelto a aumentar según UGT y se sitúa en el 24%), son también las primeras en sufrir el subdesarrollo y la miseria en los países pobres. Una miseria económica y moral y una violencia permanente: ¿cuántas mujeres golpeadas, quemadas o apedreadas, mutiladas, casadas a la fuerza, obligadas a taparse la cara y vivir en una prisión de tela, bajo el pretexto de tradiciones reaccionarias?
Y no olvidar que, a pesar de sus declaraciones hipócritas sobre la violencia machista, los Estados europeos como España apoyan a dictaduras como Arabia Saudí, un régimen especialmente sexista que prohíbe toda independencia de las mujeres, hasta lo absurdo: sólo en 2013 autorizó que montaran en bicicleta, siempre que les acompañara un hombre de su familia…
Pero las mujeres no son sólo víctimas. Dónde se las oprima, se defienden, desde las movilizaciones en España o los Estados Unidos para defender el derecho al aborto hasta las trabajadoras de las fábricas textiles de Bangladesh o Camboya que se organizan en sindicatos y declaran huelgas a pesar de las presiones numerosísimas.
La II Internacional, cuando todavía era revolucionaria, luchaba por la igualdad política y social de las mujeres y sobre todo por la emancipación completa de las mujeres en la sociedad comunista, una sociedad sin desigualdad social, sin opresión ni explotación. Esa perspectiva es nuestra.